Quisiera aprender a bailar tango.
Quisiera que mis zapatos resonaran en la tarima de una sala de baile, que me agarres fuerte por la cintura, que un menchón caiga por el óvalo de mi cara y que una rosa roja tiñera mis labios.
Sentir tu pecho palpitante al ritmo del acento argentino de Andrés Calamaro bebiendo de su copa rota, desangrándose la boca, aturdido, abrumado, por el veneno de las notas de este baile que perturba al alma.
Cómo me gustaría pasear mis piernas entre las tuyas sin pegar una patada, que huelas mi colonia por mi cuello y mis senos sin tirarme al suelo, retarte con una mirada fija sin que nos de la risa.
Quisiera aprender a bailar tango para sentirme una femenina figura entre tus manos, moldeando mis caderas, manejando mi carácter, domando mis instintos liberados contigo, en este mismo salón de luces bajas y faldas cortas, aquí donde hombre y mujer hacen el amor a la vista de todos, a la vista de nadie.
Tango, tacón, pasión, canción, poeta, corazón, dolor, amor, ausencia, vino y estrellas.
Tango, lírica del desquebrajado, del gozo en el pozo, romántica tonada de tristes versos.
Tango, Argentina, vos y "sho", la luna enamorada, la distancia del camino al exilio, adios de los besos, llegada de la noche en la cama ardiente de los labios, la boca y los cuerpos.
Tango, bolero a golpes de piano, violín, guitarra, garganta desgarrada, voces en mar ahogadas.
Qué divino, tango.
"En este mismo salón de luces bajas y faldas cortas, aquí donde hombre y mujer hacen el amor a la vista de todos, a la vista de nadie."
ResponderEliminarMe encanta esa frase!!!
Qué tensión sexual transpira este texto!!!
Increible, he de decirlo, me fascina tu versatilidad y tu modo de evolucionar a medida que escribes.
ResponderEliminarMe hablas de madurez, y sin embargo veo en todas tu shistorias sean fantasticaws o insinuantes como esta, una madurez que solo puede versde en una calle de Valencia, una uqe bien conocemos los dos y compartimos con nuestras historias y nuestras vidas.
Se hecha de menos escuchar tus pequeñas anecdotas y que escuches mis perrerias.
Te quiere y te añora esta nueva calle, mi calle, que aunque esta echa para otra persona, tu ayudaste a construirla.
Muchas gracias, has hecho que me sonroje, de verdad, yo no soy la rosa separada, ahora soy la rosa encendida.
ResponderEliminarSi bien, es cierto que nuestra calle cambió de farolas, no es la luz si no la ausencia de nuestros perros, la que da la sencsación de haber menguado el alumbrado.
Si bien es cierto, que me quedo sin palabras interesantes que decirte si te llamara, tal vez ganas de hablarlas, es más cierto aún que mi mente vuelca en este espacio las tensiones, se evade de la rutina...como lo hace recordando los buenos tiempos en tre fots y calles, la de Valencia, la de San Juan.