- Señor, ha sido un niño...
-¡Alegría, un niño! ... ¿Mi mujer está bien?
-Lo siento mucho, señor, el parto fue demasiado difícil.
Mi padre había visto algo en la cara del doctor sospechoso, un seriedad incomprensible para quien acaba de traer una vida al mundo. Seguramente no quiso hacerle caso desde el primer momento.
Pero cómo explicarle al pobre hombre que su hijo iba a ser gay.
La verdad es que mi infancia no fue ni la mejor, ni la peor. A pesar de la ausencia de mi madre, papá siempre intentó dar lo mejor de sí mismo, aunque esto no fuera traducido en actos cariñosos, él veló porque tuviera la mejor educación posible, los amigos más respetables, el perro más fiel y los juguetes de moda.
Lo que mi padre no podía imaginar, es que sus planes sobre mi vida, iban a fracasar estrepitosamente. La vida ajena, por más que sea la de un hijo, no se puede gobernar.
Su abuelo había sido carpintero, su padre carpintero y él coronel.
Yo fui a la escuela de la base aérea donde él trabajaba y puedo afirmar que su trabajo me impresionaba mucho, me encantan los aviones desde que tengo memoria para recordar el primero que vi. Era un F-86 Sabre, un caza norteamericano usado en la guerra de Corea.
El caso es, que mi padre era un hombre algo conservador, con el oficio en el aire y los pies en el suelo, por eso siempre me decía:
-Hijo, lo más importante en esta vida es que aprendas que un buen piloto es aquel que maneja su avión con la cabeza bien sentada.
Como ya dije, él se encargó de buscarme los amigos más respetables, aunque bien es sabido que las apariencias engañan.
Realmente sentía que mis aficiones y atenciones, no iban dirigidas hacia el mismo lugar que las del resto de chicos, menos de aquella panda de cabrones de carita buena por delante demonio negro por detrás.
Ellos se encargaban de distribuir toda la mierda que llegaba a sus manos, desde cotilleos sobre chicas que se dejan y que no, hasta quien vende, compra...y lo que más les gustaba era dar caña a los maricones.
Hombres que no ocultaban su sexualidad a los demás, hombres que se veían obligados a ello para no recibir dos palizas semanales, hombres que amaban a hombres.
Una noche, fuimos al bar y todo iba como de costumbre hasta que entró un tipo alto, rubio, quizás ruso. La panda se levanto y empezó a increpar al chaval, lo sacaron a la calle y le dieron una buena tunda, durante aquel tiempo quise gritar para que pararan y devolverles cada golpe, pero sólo pude apartarme.
-¿Qué te pasa? ¿No quieres jugar? ¿O es que te van los rabos?
- Ni quiero jugar ni me van los rabos, ¿no será que lo que te molesta es que ningún tío se fije en tu cosita?
Fui demasiado valiente.
Cuando llegué a casa, los muy cabrones habían hecho correr la voz de que era maricón, homosexual, gay...¡yo!
Mi padre no se atrevió a mirarme en semanas y yo empecé a conversar con el ruso, era realmente gay y realmente interesante.
Crecía en mi la sensación extraña de empatía, dolor, entendimiento, comprensión, rechazo y atracción. Aquel hombre me abría un mundo de colores, libre, donde no imporataba la identidad de los que lucharan cuerpo a cuerpo.
No pude negarme a las evidencias. Poco a poco fui comprendiendo que era yo y no él, que era yo y no su pelo, sus ojos, su forma de hablar o sus hombros...era yo.
Por primera vez me sentía yo.
No había hecho falta jugar a las casitas, ni a las muñecas, ni ponerme ropa de mujer, tópicos y prejuicios. Era gay de nacimiento y todo este tiempo había estado escondido bajo mi piel, no hacía falta acostarse con una mujer para saberlo, ninguna me atraía sexualmente, sin embargo él, me excitaba con sólo mirarle.
No negaré los conflictos internos, los miedos a mi padre, la pena de no verle aún compartiendo hogar, las ganas de que me quisiera por encima de mi homosexualidad, no niego los días lentos, las amenazas de los compañeros, las miradas de hombres y las risas de mujeres, los comentarios, los insultos... y aquel absurdo: maricón.
Así pues, empecé a barajar lugares en los que trabajar alternativos a la base, allí nuna sería aceptado ni respetado, no estaban preparados para presenciar la libertad de espíritu que yo lucía orgulloso.
Piloto de aviones en una empresa dedicada a los viajes.
Vería mundo.
Papá, se lo tomó rotundamente mal, tanto fue así que cuando hablé con él llego a decir:
-Pero si ni tan sólo has tenido madre...cómo puede ser...te eduqué para ser un hombre de bien...qué hice mal...
-Papá, hiciste un trabajo excelente.
Volé, volé tan lejos como pude, viajé por todo el mundo y en cada parada aprovechaba para mandarle una postal. No respondía.
Conocí a mucha gente interesante en mis viajes, aprendí que fuera de dónde fuera, con madre o sin ella, el que es gay, lo es y punto. Y respetarse a uno mismo, conocerse y quererse tal y como es, es lo que le convierte en un hombre de bien, porque el respeto empieza desde uno mismo y hacia los demás.
Quizás mi padre no me perdone nunca, pero espero que sepa que yo si le perdono a él por no ver que su hijo es un buen piloto, una buena persona y un amante excepcional.
Un abrazo,
tu hijo, Rober
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ResponderEliminarEspero que si, porque si no el hecho de haber escrito este relato y el que a alguien le pueda gustar no servirán de nada, sería una hipocresía. A reeducar a los minimentales!!!
ResponderEliminarJolín he borrado el comentario sin querer... :( sorry Andy
ResponderEliminarNo te preocupes, Rachel. Lo importante es que la juventud de hoy en día, que tanto se nos llena la boca al hablar de igualdad y de libertad sexual, cuando llegue el momento de que nuestro hijo (si se da el caso) nos plantee un asunto como ese, sepamos verlo con la misma naturalidad como las diferencias que tenemos los humanos en los gustos de comer o gustos por colores. El único problema que yo le veo a esto es que lo tienen más complicado para encontrar pareja, y es una putada, porque es culpa de la sociedad. Si todos aceptaramos la homosexualidad como lo que es, algo natural, no tendrían que estar escondiéndose, y les sería más fácil encontrar parejas.
ResponderEliminarYo esto lo digo por mi propia experiencia, porque mi hermana es gay, y al igual que a mi no me avergüenza hablar de ella y decir que sale con una chica, ella sí que se guarda de comentarlo. Por eso tengo la esperanza de que, cuando nos toque el turno a nosotros, sepamos hacerlo mejor que nuestros antecesores.