¿Culpa de quién? Culpa tuya, no, culpa tuya...
Agresiones verbales que matan el alma del ser herido, réplicas infundadas por la ira del momento, razones irracionales para dañar queriendo sin querer, acusaciones dolidas sin fundamento, lágrimas en vano de oponentes e inocentes, gritos de nada para todos los públicos no aptos, sin sabores que llenan la boca de amargura, comparaciones del desatino, golpes bajos de grandes estupideces, nervios que queman a flor de piel, manos que no llegan a darse pero que golpean el corazón, sollozos de almas en pena que no se consiguen entender, desastres familiares que descarrilan a la tragedia. Niños que lloran asustados, escondidos en un rincón de la mente, temblores en el cuerpo, de miedo, de locura transitoria, preguntas sin respuesta de “auto-incomprensión”, pasiones hijas de la guerra y no del amor, puños apretados como medida de contención y aullidos del animal que llevamos dentro...
A veces nace la necesidad del perdón, fácil de otorgar y difícil de asimilar, bastaría con una mirada a los ojos, una conversación entre cuatro paredes, pura y sin contaminación. Pero no, es mejor huir al paso del tiempo, como si un milagro devolviera las aguas a su cauce, como si fuera a pasar algo bueno que lo solucionara sin mover un dedo, dejadez principesca de la discordia y la pereza, del dolor que no se quiere reconocer, de la pena que oprime y no deja respirar, del hambre que mata la desesperanzadora visión.
¿Culpa de quién? Culpa mía, no, culpa mía...
¡Ay! Hijos de la torpeza y la simplicidad humana. ¿Veis lo que pasa ante la irracionalidad de dejarse llevar por las pasiones? No todo es corazón, la cabeza dirige y los latidos empujan, y si hay un vacío la cabeza frena, el corazón no.
No sabéis ver que la culpa no es de nadie y que a la vez es de todos. Las situaciones inducen a la conducta y, a los demás, a seguirla en acto de defensa propia, sin darse cuenta de la nueva ofensa y el otro contesta... Es un círculo vicioso asesino de amores, de amistades, de uniones. La pelea más idiota desata los lazos más fuertes con el arma de la palabra y el sentimiento herido.
Somos humanos, animales de instintos perdidos que sólo la pasión resucita y por lo tanto, incontrolados, obstinados; con el castigo de la consecuencia y la irresponsabilidad de estos actos. Volveremos a fallar, porque los instintos no se dominan, se apaciguan.
¿Culpa de quién? No he sido yo, yo tampoco...
Acusaciones indirectas, juzgando con el dedo invisible indicador. Seguís sin comprender que no hay culpables directos, que no somos víctimas tampoco y que se trata de un área mental desconocida para la logia.
No se trata de quién empezó, quién acabó o quién lo dejó, sino de actuar en consecuencia, de tener en cuenta que los demás también sienten, de ser prevenidos y no echar más leña al fuego. Nadie es culpable de algo tan natural como discutir o pelearse, sólo de no saber parar a tiempo y hablar con la calma que la racionalidad nos da. Y si hace falta, aún sin culpables, hacer algo tan bonito y humano como pedir perdón.
Eso es saber convivir, saber amar, saber discutir, porque rectificar es de sabios, rectifiquemos y seamos la persona que decimos ser al pelearnos.
La razón no es aquello que se gana a gritos.
Eso es saber convivir, saber amar, saber discutir, porque rectificar es de sabios, rectifiquemos y seamos la persona que decimos ser al pelearnos.
La razón no es aquello que se gana a gritos.
Si cuesta pedir perdón o perdonar es que la humanidad es más animal y orgullosa de lo que pensaba, aunque reconocer las cosas duela, nadie dijo que la vida fuera un camino de rosas y si somos una comunidad, será hora ya de empezar a respetarnos.
Presumimos de ser civilizados y decimos diferenciarnos de los demás animales por saber pensar.
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