miércoles, 12 de junio de 2013

La despedida de Consuelo

Querida Consuelo:

Aún recuerdo tu llamada "no, si sólo te llamaba porque te habrás dado cuenta que he estado unos meses desaparecida y es que estoy muy liada con un tema personal y no he podido llamarte. Tengo un cáncer y mañana voy a que me hagan unas pruebas a ver cómo está el tema, pero no te llamo para despedirme ni nada de eso eh? Es para que supieras cómo está el tema y que de aquí un mes cuando salga de todo esto y me recupere tomaremos un café porque quiero reunir a un grupo de personas muy concreto y me gustaría volver a veros. Oye, que eres una tía superbonita por dentro y por fuera, sigue adelante porque eres fenomenal. Esto yo te lo digo porque quiero, porque lo siento, así que tranquila y en una mes nos vemos."

No se porqué que no me lo tragaba. A mi, desde luego, me sonaba a despedida pero quería confiar en que tú eras de esas personas que lo superaría. Te lo merecías.

"Eres una tía de puta madre, estás hecha una campeona"

Aquella noche no pude evitar recordar lo que siempre me decías para apoyarme.

Tú y yo no nos conocíamos mucho pero compartíamos una pasión, nuestra profesión, nuestra vocación y la gente para la que trabajábamos, los chavales con problemas, esos a los que nadie quería mirar de cerca, a los que nadie tomaba en serio y a los que nadie entiende, a veces ni quieren ellos mismos entenderse para no sufrir la conciencia de sus acciones.

Yo te admiraba, eras un icono para mi, mi modelo a seguir, una mujer que había dado todo de sí misma para renacer de las cenizas que todos vieron una vez en ti, tú que igual que yo pensaste que la experiencia vivida era la clave para ayudar a los demás, que te superabas día a día contra viento y marea defendiendo tus ideales, caiga quien caiga.

Yo te admiro. Mucho.

"¿Yo te caigo bien? Es que cuando  nos conocimos me dió la impresión de que estabas a la defensiva"
"A ti te han hecho daño, te han tocado pero bien, ¿verdad?"

Eras la primera psicóloga con la que trataba mi trauma aunque nunca tuvimos tiempo para hablarlo y yo, egoístamente, deseaba tenerte un ratito sólo para mí, porque te necesitaba, porque no era una paciente más, era la persona que habías intuido en mi primera impresión. Nada más.
Me quedan tantas cosas por aprender, quería preguntarte tantas dudas, necesitaba tu impulso para todos esos proyectos que esbozábamos al vuelo entre una conversación y otra, ibas a ser mi madrina, mi guía.

Esa mañana no supe reaccionar. Quizás hace tantos meses que no te veo y en realidad nuestro contacto había sido tan puntual que creo que aún  no se reaccionar ante el hecho de no volverte a ver y compartir nuestras ideas y batallas.

Ahora, me he quedado sola. He aumentado mi ego para reforzar mi confianza en el papel que desempeño y sin embargo, me doy cuenta de que tengo las energías mal enfocadas y no se como hacerlo mejor.
Me estoy equivocando en algunas cosas y no se como atajarlas porque de una semana a otra las voy dejando pasar e intento arreglarlas con buen rollo pero se que no funciona porque los nervios se me comen al mínimo error.
Tú me hubieras dicho algo como "hablando se entiende la gente, prueba a sentarte y hablar con esa persona, sin entrar a urgar en la llaga y ábrete a escuchar a la otra persona a ver qué solución le podeis encontrar."
A veces pienso que te hubieras ofrecido a hacerlo en mi lugar para protegerme y a la vez me doy cuenta de que me hubieras soltado la mano con un consejo y una palmada en la espalda para que aprendiera a resolver mi marrón.

No te gustaba llamar la atención pero tu carisma, tu estilo directo, natural, hacía que todas las miradas se centraran en ti y en esa personalidad arrebatadora que nos dejaba sin aliento nada más abrir la boca.
La vida te había dado grandes bofetadas pero tu habías sabido encajarlas como nadie y te reinventaste en una persona excepcional.
Todo el mundo debería conocer tu labor y ese amor que te hacía anteponer tu profesión a ti misma.
Estabas siempre al cien por cien y todo lo bueno que eso sembraba en tus pacientes, se ha convertido en una dependencia insana que les ha truncado los planes, porque nadie los estimará como tú lo hiciste.

Se que allá donde quiera que hayas ido a parar, nos mandarás un empujón de vez en cuando en el viento, un subidón después del café o susurrarás las palabras que nos hacen tanta falta en el eco de un recuerdo.

Eres muy grande.

                                                     Hasta que nos volvamos a encontrar,
                    
                                                                       Tu eterna pupila.

A una amiga, un tía fenomenal. Consuelo Úbeda Debón

miércoles, 17 de abril de 2013

Paseo de perros

Vamos a fingir un rato, somos dos actores en escena, siempre en nuestro sitio, aparentemente no nos salimos de nuestro papel. Aparentemente.
Dos calles diferentes desembocando en una misma esquina donde nos sorprenderemos al encontrarnos cada mañana.
Un saludo, un pequeño interés por nuestra salud, una mirada al cielo, comentarios al aire sobre el tiempo, quizás hablemos sobre lo caro que está todo últimamente y después, para no desentonar, nos despedimos tras un silencio oportuno antes de que sea incómodo.
Prosigo mi camino, me detengo, echo la cabeza hacia atrás y te busco casi de reojo.
Cuando ya me he dado la vuelta de un tirón, entonces tú, te quedas mirando en mi dirección unos segundos y piensas "vale, bien, ya está".
Por las tardes te busco a lo largo de la calle, la esquina aún mantiene tu presencia pero tú no estás cerca.
Durante el paseo sigo pensando que cada voz que escucho es la tuya, luego me decepciono al ver a otros a mi alrededor. Ninguno de esos pelos es como el tuyo ni sus olores ni sus narices ni sus sonrisas.
Algunas noches me desespero cuando ese algo de ti que quedaba en el camino empieza a desvanecerse ante mi, otras aún te siento cerca, pasaste minutos antes que yo por el callejón de los gatos.
Por último, quedan mis mejores noches, esas en las que después de las mañanas, consigo encontrarte en el mismo lugar donde te espié antes y me alegra tanto verte...Siento que hacía mucho tiempo que no te veía.
Otra vez el saludo, mirada al cielo, que diferencia con esta mañana, algo sobre la cena y como siempre, en mitad de nuestro juego, un beso de despedida. Sabemos que nos veremos en unas horas, que la noche puede ser eterna pero cuando la incertidumbre de la oscuridad asoma, no podemos contener más esta alegría y brota el cariño.
Yo me estiro hacia ti, tú hacia mi, los tirones se suceden, lloramos, reímos y sin poder remediarlo, nos separamos cada uno por una calle diferente pero que siempre vuelve a llevarnos a la misma esquina.

sábado, 6 de abril de 2013

Nieve en Abril

En una tarde más otoñal que primaveral, las calles de la ciudad empezaron a teñirse de pequeñísimos copos blancos que se derretían en el mismo instante en el que tocaban el suelo.
Ella se preguntó entonces, cómo sería ver cada intermitente de la ciudad, intentando sobrevivir tintineante al cúmulo de la nieve, si la visera de los semáforos se congelaría y quedaría adornada con chuzos cristalinos, tal vez los niños salieran a jugar a la calle como si de un pueblo de montaña se tratara y las bufandas de colores ornarían las aceras.
Los mofletes colarados, los labios cortados, los guantes colgando a fin de sentir la vida del agua congelada, las botas de charol, los gorros y las chaquetas correteando de un lado a otro y las sonrisas incrédulas de los adultos. Esos que ya casi nunca sonríen.
Ella imaginaba cómo sería poder apartar por unas horas todos los noticiarios de las cabezas pensantes y fatigadas, la nieve, por unas horas, descolocaría al personal igual que los regalos de navidad emocionan a los más pequeños pensando quién, cómo y cuándo los dejó allí a pesar de haber intentado mantenerse en vela para descubrirlo.
Qué bonito sería si tan sólo por unas horas, la gente pudiera sonreir perdida en la locura blanca.
La verdad es que no hacía más que chispear en redondo, casi parecía que quería darle forma a las ilusiones que ella tenía en su cabeza.
Unos pasos más lejos del portal, levanta la cabeza, mira al cielo ennegrecido y se pregunta si de aquel tizón podría surgir la alegría blanca y qué curioso resultaba pensar que así es en otros lugares.
Continuaba caminando, para y mira al suelo, nada más que el gris de las aceras moteándose en oscuro.
Al final de la calle la gente parece darse prisa en regresar, viene la lluvia fresca alertando de su ferocidad.
Unos metros más, los relámpagos fotografían dos segundos y un trueno resuena con estruendoso eco por toda la vecindad.
Ella prosigue su paseo, como desafiando al tiempo, como haciéndole ver que no teme una sola gota cayendo sobre su pelo.
De pronto un rugido extraño se apodera de los techos, parece que el mundo tiembla, la lluvia cesa y sin pensárselo dos veces, las nubes negras lloran sueños blancos.
Los gorros, las bufandas y las chaquetas de colores, empiezan a inundar el parque, la expectación es un sentimiento colectivo que pesa en el ambiente, las caras se iluminan, no sólo de frío rojo, si no de cálidas sonrisas, de ojos muy abiertos, sorprendidos.
Ella mira hacia arriba con una leve sonrisa y de alguna forma, da gracias por unas horas de regalos de navidad.

martes, 12 de marzo de 2013

Queridos papás: ¿educados por igual?

Me siento loca.
Lo tengo asumido.
A veces se me va la cabeza y pienzo en lo fácil que sería levantar con ira el puño sin avisar y rebentar este puto nervio que llevo encima solo de ver cómo lo proteges ante todo.
Primero te quejas, vienes a comerme la olla y acto seguido le dejas que haga de ti su chacha personal, estés como estés.
Unas décimas de fiebre que el mismo se ha ido a encontrar cuando le advertiste que no saliera de casa constipado, han servido para que creeis una burbuja a su alrededor, mientras tu retuerces tus manos en el dolorido cuello de la faenera, él se sienta a ver los deportes y a esperar que antes de ir a trabajar le hagas la comida, y tú vas y se la haces.
No te quejes, no hace falta. No digas ni una puta palabra más.
Tienes lo que has querido.
Tu niño consentido.
Tiene fiebre por irresponsable, podría haberse asado él mismo las pechugas, no eran más que décimas y la respuesta es: "Como se nota que tú no has estado embarazada".
Pues si piensas permitir que haga contigo lo que quiera y a que se pase tus súplicas y consejos por el arco de triunfo, adelante, por mi estupendo pero no me vuelvas a meter en el saco ni intentes que entre en el juego alegando a mi falta de profesionalidad, pues vosotros mismos me habeis privado de respeto.
Yo a mis hijos los he educado por igual....
¡Y una mierda!
A su edad a mi no me dejabais hacer la mitad de las cosas que él hace, no se me ocurría desafiaros porque siempre he sido sensible a las críticas y he permitido que me castigarais incluso siendo una adulta hecha y derecha. ¡Gilipollas de mi!
"Mamá quiero un móvil"
"Pues yo no te lo voy a comprar, si quieres algo trabajas y te lo compras tú que eso es un capricho"
"¿Dónde trabajo si tengo 15 años?"
"Pues das clases de repaso"

"Mama quiero una guitarra"
"Es de las más baratas, pero toma hijo, la guitarra, cuando tengas dinero si quieres te compras una mejor."

Claro, como nunca le ha motivado nada para una cosa que le gusta no se lo vas a complicar más, verdad?
Si entiendo la desesperación de mis padres ante la desmotivación de mi hermano pero eso no significa que debas ir corriendo detrás con un orinal si tiene ganas de mear.
Esta bien que le des las herramientas para que crezaca en algo pero...¿qué pasa después cuando todo sigue igual y no es capaz de colaborar con el resto de la familia?
Pues eso.

Mira como a él se la suda todo, como pasa de lo que le digan y supera sin miedo cada bronca con tal de acabar haciendo lo que le place, como le ríes la gracia de encontrar a su novia dentro de la cama con él, quedarse a dormir los dos solos en el piso de ella, no hacer más que poner y quitar su cubierto de la mesa y pasarse el día matando personas 2D frente al televisor.
Mira yo, infeliz, con miedo a las broncas, con el mal sabor que me deja que os enfadeis conmigo, con la falta de ímpetu para plantar cara y decir, "se supone que yo soy la mayor", cuidadito no deje de dormir una sola noche en casa, no se me ocurra dormir en casa con mi novio de hace 10 años, una puta decada con la misma persona y aún nos dividís como si fuera el polvo de una noche, ni se meocurra faltaros al respeto en vuestra casa metiéndolo en mi cama o fuera de ella para echar la siesta a puerta abierta.
"Podrías ayudar a tu madre y hacer al menos la comida", "oye, ayuda a limpiar la casa".
¿Mi hermano preguntas? Yo tampoco se donde estaba, pero siempre se las salta todas.
Sois unos puñeteros machistas.
Nunca fuisteis tan tajantes con él como conmigo.
Nunca le ha costado esfuerzo conseguir las cosas porque cuando las ha querido, aunque hayan tardado en llegar, las ha tenido.
Y no es que mis padres no me quieran, ojo, se que me quieren y aprecian mis esfuerzos pero lo malo es que las recompensas se reparten y las tareas recaen siempre sobre los mismos hombros.
Quizás si hubiera tenido la misma educación que yo, algunas cosas, habrían sido diferentes.
De alguna forma admiro a mi hermano y por supuesto que lo envidio, no se si por su saber hacer en el arte de hacer lo que le da la gana o porque parece que las diferencias evidencian una clara y amplia fuerza mayor a quien tiene dos cojones en lugar de ovarios.
Soy una puñetera adulta, uso los tacos como y cuando me viene en gana porque se que se hablar con propiedad cuando corresponde, porque es lo único que me queda ya para diferenciarme y resaltar que soy adulta.
¿Qué culpa tengo yo de noencontrar trabajo, de que tengo 26 años y no puedo seguir avanzando en la vida de forma independiente?
Me busco las maneras para hacer notar que soy mayor y acabo haciéndolo como la cría de 15 años en la que me estoy reconvirtiendo gracias a esta situación que cada día me ahoga un poco más.
Tu siempre dirás que son celos....
No importa que tardes diez años en dar un pasito hacia delante en tu independencia, tu hermano pequeño lo hará en el mismo segundo en el que a ti se te conceda darlo y si me apuras, incluso un poco más.
Ahora cada vez que consigo algo se refleja en que él lo consiga sin el menor esfuerzo, porque claro, "no voy a hacer distinciones entre mis hijos".

viernes, 8 de marzo de 2013

Nana

Déjame que te cante una nana
mientras te arrullo en mis brazos,
con el violín de las chicharras,
con el tiempo de los pasos.

Déjame que susurre unos versos
en tus tiernos oídos rosados,
como si fuera un pequeño secreto
del que sólo tú y yo sabemos.

Déjame que te cante una nana
bajo el manto veraniego estrellado,
entre los olores del seco espliego
y el eco rajado del sol acallado.

Déjame que derroche las horas
atendiendo a las mínimas sonrisas,
recordando las tiernas caricias
que van perdiéndose en tu cuerpo.

Déjame disfrutar de este momento
cuando aún eres así de menudo,
mientras aún puedo contigo
y me duele dormirte en un segundo.

Déjame que me duerma contigo,
mirando la calma de un suspiro,
compartiendo el aire que respiro
como cayendo en alivio.
 






miércoles, 6 de marzo de 2013

Iris en una habitación

Me miras sin poder dejar el iris grisáceo de tus ojos quieto ni por un segundo, recorres sin prisa pero sin pausa cada matiz de mi iris, como si pudieras darte un baño en el marrón profundo que bordea mis pupilas.
Tú, tan lleno de luz, pálido, blanco como la luna, ojos inesperados, manos finas y sedosas.
Yo, basta era de la tierra, ni balnco ni negro ni café cortado, si no todo lo demás, el pelo que se dora al sol se convierte en cobrizo castaño, manos pequeñas e hinchadas, tierra profunda hasta en los ojos.
Me miras con la curiosidad con la que un niño mira los colores por primera vez, como si nunca hubieras visto nada igual, como si todo en lo que nos parecemos no existiera en realidad, con el ceño fruncido a ratos y relajado en el silencio.
Un roce de tus dedos en mis labios esboza en mi cara la mueca.
Tú, sorprendido, acaricias el resto de mi cara buscando nuevas reacciones y yo satisfago tus ganas con todo gesto que no sabía que podía llegar a hacer.
Mi cuello, también buscas mi cuello con las yemas, despacio, leve...
Te paras y me clavas la mirada.
Me quedo inmóvil, casi asustada o casi sorprendida, no lo se muy bien.
Es un juego entre las luces y las sombras de esta habitación.
Un mechón de tu pelo cae sobre uno de tus ojos, me miras relajado.
Yo, que aún no me he atrevido a tocarte, levanto la mano con calma, degustando el momento, y retiro el cabello a un lado para regodearme en el gozo de tu iris clavado en el mío.
A penas rozo tu barbilla y bajas la mirada.
Los labios, se que ahora me miras la boca.
La tuya susurra cosas que jamás entenderé.
Te acercas unos centímetros más a mi, me pones el vello de punta cuando alcanzas a tocar la comisura izquierda de mi boca con tu corazón, presionando en entreabrir la línea que separa los labios.
Inconscientemente hago todo lo que quieres.
Mi corazón late como si fuera a romperme el pecho ahora que te acercas.
Sin apartar la mano de los labios, el hielo de tus ojos congela la arena de los mios y sin darme cuenta, un zoom eclipsa la visión del cuarto.
Aún no me he dado cuenta, pero tus labios son los que ahora están descubriendo los míos y un minuto después, la esponja de tu lengua sobre la mía.