miércoles, 6 de marzo de 2013

Iris en una habitación

Me miras sin poder dejar el iris grisáceo de tus ojos quieto ni por un segundo, recorres sin prisa pero sin pausa cada matiz de mi iris, como si pudieras darte un baño en el marrón profundo que bordea mis pupilas.
Tú, tan lleno de luz, pálido, blanco como la luna, ojos inesperados, manos finas y sedosas.
Yo, basta era de la tierra, ni balnco ni negro ni café cortado, si no todo lo demás, el pelo que se dora al sol se convierte en cobrizo castaño, manos pequeñas e hinchadas, tierra profunda hasta en los ojos.
Me miras con la curiosidad con la que un niño mira los colores por primera vez, como si nunca hubieras visto nada igual, como si todo en lo que nos parecemos no existiera en realidad, con el ceño fruncido a ratos y relajado en el silencio.
Un roce de tus dedos en mis labios esboza en mi cara la mueca.
Tú, sorprendido, acaricias el resto de mi cara buscando nuevas reacciones y yo satisfago tus ganas con todo gesto que no sabía que podía llegar a hacer.
Mi cuello, también buscas mi cuello con las yemas, despacio, leve...
Te paras y me clavas la mirada.
Me quedo inmóvil, casi asustada o casi sorprendida, no lo se muy bien.
Es un juego entre las luces y las sombras de esta habitación.
Un mechón de tu pelo cae sobre uno de tus ojos, me miras relajado.
Yo, que aún no me he atrevido a tocarte, levanto la mano con calma, degustando el momento, y retiro el cabello a un lado para regodearme en el gozo de tu iris clavado en el mío.
A penas rozo tu barbilla y bajas la mirada.
Los labios, se que ahora me miras la boca.
La tuya susurra cosas que jamás entenderé.
Te acercas unos centímetros más a mi, me pones el vello de punta cuando alcanzas a tocar la comisura izquierda de mi boca con tu corazón, presionando en entreabrir la línea que separa los labios.
Inconscientemente hago todo lo que quieres.
Mi corazón late como si fuera a romperme el pecho ahora que te acercas.
Sin apartar la mano de los labios, el hielo de tus ojos congela la arena de los mios y sin darme cuenta, un zoom eclipsa la visión del cuarto.
Aún no me he dado cuenta, pero tus labios son los que ahora están descubriendo los míos y un minuto después, la esponja de tu lengua sobre la mía.

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