jueves, 7 de septiembre de 2017

Frente al mar cavilo

Llevo horas frente al horizonte de mi libreta, es un horizonte inmenso de páginas que me llaman a ser escritas, rotas, arrancadas, rayadas, violadas con palabras de dolor, acariciadas con las de felicidad, engañadas con metáforas, volverlas locas con contradicciones y locuras.

El atardecer me ha sorprendido escribiendo.
Sentada sobre la fina arena, bañando mis pies en microscópicas aguas movedizas entre los dedos, meciéndome al compás de unas olas que rompen con suavidad el final de agosto.

Mis manos tiritan de puro nervio, los recuerdos se amontonan, las palabras corren, la tinta se ha convertido en garabato al galope de las emociones que susurran los pedazos de mi corazón. Ese mismo que a veces pensábamos que no tenía. Desde luego, fue insuficiente para los dos, ninguno llegamos a poseer ni la tercera parte de él.

No se querer. No se quererme. No supe quererte.

Tengo un nudo en las tripas que ha decidido alimentarse de mi alma y consume mis noches. Un nudo que no se cansa de retorcerme. Pero yo soy más dura. Soy un diamante. La fragilidad de esta mujer necesita mucho más para romperse.
Este pulso lo gano yo.

Es una lucha contra mi misma.
Ya no somos nosotros, ya soy sólo yo.

Como el mimbre de Marea, me doblaré antes de partirme, me forraré el pecho con un colchón y le haré el amor a la soledad.

Aprenderé a quererme.



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