Estaba recordando aquel día en el que oí una historia de un hombre de hojalata cuyo corazón se basaba en el engranaje de una máquina compleja.
Al principio me ha parecido una visión muy fría de la composición humana, después me he dado cuenta de la poética industrial que desvela la pasión de los ingenieros en su afán por crear, desmontar, inventar, arreglar, poner en marcha una vida de verdad.
Me imagino a un hombre pintado en carne que va perdiendo su maquillaje al paso del tiempo, descubriéndose poco a poco su acerada condición.
Ese hombre cubre su rostro y su cuerpo a fin de que nadie vea su verdadera identidad.
Dentro de su cuerpo se suceden las vueltas dentadas, las fricciones, las tuercas y tornillos, los circuitos.
Imagino también aquella oveja que soñaba en soledad, una oveja sin lana, una pieza hermosa y reluciente de metal que se sonroja en el amanecer.
Son los sueños de quienes se preguntan si el hombre podría tener miedo de ser decubierto y la oveja un sueño porque tal vez sus montajes fueron fabricados con todo el amor y el alma de un inventor, el cual, dejó como firma y sello sus sentimientos impregnados en tan nobles criaturas.
¿Sería posible un Blade runner entonces en un futuro no lejano?
¿Pudiera un hombre dotar de alma a un robot con su propio sudor?
A l@s ingenier@s
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