lunes, 27 de septiembre de 2010

"Conciensidad" del no parar

La voz que no cesa de hablarme
no deja que descanse un momento,
pretende acompañarme esta tarde
volviéndome en desespero.
Hay un eco en esta habitación,
las paredes se mueven hacia dentro,
me orpime el miedo el pecho,
no puedo sostener el aliento.
La manzana caída del cúmulo
se ha podrido entre mis sienes,
me pregunto qué será, será,
dolor agudo en el vientre.
No soy capaz de adivinarme
el objeto de mi derrota,
respiro profundo para calmarme,
el motivo ya no importa.
Poco a poco recupero el control,
no necesito enfrentarme a nada,
son los nervios, la ansiedad,
de quien todo lo examina sin parar.
Se va alejando el mal sabor de boca,
la tarde es una roja y sana manzana,
puedo volver a mi tarea ajetreada,
aunque ya esté muy cansada.


Nos pasamos las horas, nos saltamos las comidas, nos dejamos llevar en el tiempo "dos segundos y acabo", dejando pasar a la vida de largo y rasgando minutos de cada rato de sueño.
Cuando nos sentimos muy saturados nos ponemos nerviosos, el mundo se nos cae encima y la mente es un tornado de sensaciones, emociones, recuerdos y futuros eventos.
Para cuando conseguimos volver a respirar un poco, nos empeñamos en ponernos las zapatillas de nuevo para seguir corriendo.
Lástima que nos cueste tanto disfrutar del fin de semana, del mundo que nos rodea y las manos que nos miman.

No hay comentarios:

Publicar un comentario