Cuenta una leyenda india, que allá en las praderas de la Ámerica profunda perdida en los miles ochocientos de los blancos años, los ancianos de la tribu, contaban a los pequeños en las noches más severas la historia del nacimiento de su tierra, su bosque y su cultura, transmitiendo así su fe incondicional en la propia naturaleza.
La madre Naturaleza, había creado en su seno el Lago de los Espíritus y el Bosque Protector.
En lo más alto del celeste, Luna y Sol controlaban los días, Aves del Trueno volaban con la tormenta bajo las alas y los Cuatro Vientos recorrían veloces estos lugares.
De las raíces de un árbol, madre Naturaleza, hizo brotar animales menores y mayores que vivirían en el Bosque, en sus troncos, sus copas y sus rocas.
Bisontes, águilas, conejos, pajarillos cantores y lobos, ratones y serpientes.
Un día, las Aves del Trueno, en su gozo al ver a estas criaturas, decidieron bajar con las estrellas y los rayos de sus ojos crearon en las ramas muertas el fuego.
Del fuego, saltaron chispas, llamaradas que galopando dieron nacimiento a un noble animal, capaz de golpear como un rayo, correr como el trueno y a la vista, tan bello como una estrella. El caballo.
Luna y Sol contemplaban con tal emoción que llovieron lágrimas de alegría y cada gota que tocaba el suelo, era recogida por un espíritu del Lago y convertida en planta, flor, fruto y vida.
Después llegó el hombre, dotado de la fuerza del animal que madre Naturaleza le brindaba en su nacimiento y así, nacieron los pueblos hermanos, encargados de proteger la tierra, venerar a los espíritus y convivir con los animales en perfecta armonía.
Inspirada en:
Pies negros
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Pies negros
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