domingo, 23 de mayo de 2010

Llamada al vampiro

Esta noche, como otras tantas, te esperé entre el morbo y el miedo con el cuello desnudo.
Un camisón de raso ha trepado por mis piernas entre vuelta y vuelta, marcando sencillamente las formas y dejando entrever los tramos recorridos.
En ocasiones me despierto sintiendo tu aliento en mi piel, rozando mis manos, susurrando incomprensibles versos de acecho...Sólo una ventana abierta hizo que confundiera al aire con tu liviana presencia.
La noche puede ser inmensa espera. Descarado deseo.
Sentir la piel de punta con cada bocado.
Recuerdo la primera vez, dormía tranquila cuando una repentina sensación me obligó a incorporarme a comprobar quién me observa. Ahí estabas tu y yo no podía verte en aquel momento.
Me dejé caer suavemente hacia atrás con los ojos cerrados, pero no toqué ni colchón ni almohada. Fueron tus brazos los que me cazaron al vuelo.
Tu lengua marca el lugar donde empezar.
No pude reaccionar si quiera, me encanté en el brillo de tus ojos con pánico y sentí la aguja de tus colmillos perforando cada capa de la piel, lentamente.
Después, un placer intenso sacudió mi cuerpo. Me dejé llevar. Creo que te acaricié.
Diría que todo tu ser estaba helado, que sólo tus labios se calentaban al paso de mis fluidos, que tu rostro era hermoso al tacto.
Si, me asusté al marcharte, descubrí la herida fresca, tomé los restos con dos dedos y los lamí.
Creía que era el sabor de tu saliva en mi sangre, soñaba que era un beso.
Me pregunto si al libar mi sangre, sentiste la misma excitación que yo mientras mi jugo subía de sitios remotos hasta el cuello, bajo la oreja.
Desde entonces espero que vuelvas cada noche, con las ventanas a medio abrir, para darme de nuevo al goce de tus colmillos y tus labios anclados a un trocito de mi, satisfaciendo el uno las hambres del otro.

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