martes, 18 de mayo de 2010

Desvelada

Me falta el hálito bien entrada la noche, escondida entre las sábanas, perdida en la incertidumbre.
Esta noche el sueño, ni pozo ni gozo.
Vigilia que no me desespera ni sosiega en la callada nocturnidad de mis pensamientos.
Extraña contradicción de lo que me resulta complejo e inconveniente a la vez que mis ligeros párpados disfrutan del juego huidizo de luces de los coches, de vecinos taciturnos con tacones resonantes.
No me importa estar despierta, me pone nerviosa estar en vela en un diario entre semana.
Disfruto de dormir cuatro horas; mañana ya se resentirá mi ánimo.
Intento convencerme de sueños imposibles, de escenas peliculeras que esperaba protagonizar, aprieto con fuerza hasta tragarme las pestañas... Pero nada sucede en medio de la madrugada.
No trasnocho por casualidad, es un ritual pesante, no me parecería correcto cambiar una costumbre con tanta celeridad, después de años de ensayo.
No, no diré que me sienta orgullosa de no poder pegar ojo o que nunca duerma hasta las horas vespertinas, ¡qué gran mentira!, sólo dejaré constancia de que mi cuerpo no puede y mi cabeza no para ni en blanco ni en negro ni en colorado.
Probaré a soñar en gris...

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